Las plagas de medusas son uno de los mayores incordios del verano. Se han convertido en animales realmente temidos, y no solo por sus molestas picaduras que pueden estropearte en un abrir y cerrar de ojos una placentera tarde de playa, sino también por el gran número de sectores laborales, desde la pesca hasta el turismo, que puede arruinar.
¿Lo peor de todo? Son prácticamente indestructibles. Por eso la plaga se hace cada vez más y más grande bajo la mirada atónita de quienes no saben qué hacer para detenerla.
Más de unos de los que estaréis leyendo este artículo tendrá una cicatriz de alguna medusa con la que se cruzó en algún momento de su vida. Otros no estamos marcados, pero sin embargo recordamos con dolor alguna picadura del pasado, y algunos otros, no han conseguido vivir para contarlo.
Esto último puede resultar exagerado para nosotros, pero si alguno de vosotros ha pasado largas temporadas en Australia, conocerá a la medusa irukandki o la avispa de mar. Ambas típicas de aquellas costas y conocidas por sus graves picaduras. La avispa de mar está considerada la criatura más venenosa del planeta y ya ha sido responsable de más de 5.000 muertes desde mediados de los años 50.
Tiene sesenta tentáculos y cada uno mide unos ochenta cm de longitud. Todos ellos están cubiertos de ventosas rebosantes de un veneno capaz de causar un colapso nervioso y producir la muerte en pocos minutos.
Solo por ese motivo temerlas es totalmente racional, pero además debemos sumarle otros motivos menos violentos pero también dañinos. La invasión de estos animales ha producido la necesidad de cerrar algunas playas, con las duras consecuencias que eso conlleva para el turismo. También ha afectado al sector de la pesca, no solo porque han reducido la población de peces, sino también por el efecto en la pesca de arrastre, donde actúan obstruyendo y expandiendo las redes, e incluso volcando barcos pequeños en caso de acumularse muchos ejemplares de gran tamaño.
Además, se han dado casos en lo que algunas medusas obstruían tuberías en plantas de producción de energía, por lo que muchos sectores se han visto afectados.
Las medusas tienen muchísima facilidad para propagarse por los océanos. Incluso se han encontrado ejemplares de las especies australianas anteriormente mencionadas en lugares tan alejados a sus costas como Gales.
Esta propagación se debe a varias causas diferentes, como la falta de depredadores (la tortuga marina, el salmón o el albatros) que no se dan cuando colonizan nuevos ecosistemas.
Además, su técnica reproductiva las hace casi indestructibles ya que se propagan a través de pólipos (pequeños paquetitos cargados de mini clones) que se quedan pegados a las rocas esperando al mejor momento para salir al exterior. Y por si esto fuera poco, cuando mueren liberan células capaces de unirse entre sí creando nuevos pólipos.
Sea como sea, las medusas han estado siempre ahí, pero parece que las plagas son cada vez más grandes. ¿Por qué ahora? ¿Quién tiene la culpa? Pues la tenemos nosotros, ¿verdad que no os extraña?
Puede parecer extraño, pero el hombre está teniendo mucho que ver con las plagas de medusas. No solo por la temperatura de las aguas, sino también por la pesca masiva del salmón, que está acabando con uno de los poco depredadores que puede hacerles frente. A todo esto debe sumársele el vertido de pesticidas y otros productos tóxicos
Además, el vertido de pesticidas y otros productos tóxicos al océano está dando lugar a las conocidas como zonas muertas, en las que se produce una disminución drástica de los niveles de oxígeno que afecta a la mayoría de especies, pero no a las medusas, que necesitan muy poco de este gas para sobrevivir, por lo que siguen aumentando su población, sin la presencia de competidores.
Y por último, les estamos creando incubadoras para sus bebes. Los pólipos buscan superficies duras a las que adherirse y los restos de botellas de plástico, cajas, turbinas y naufragios se lo ponen demasiado fácil.
Por lo tanto, antes de quejarnos de las plagas de medusas, deberíamos pensar en nuestros actos.